Data: Irene Sevilla/ Sevilla
Ana María Matute Ausejo decide “madrugar” esa mañana y se levanta a las diez del día 25 de noviembre de 2010 porque “todo lo que sea antes de las doce me parece de madrugada”. Sin duda es un día especial en el que la emoción y el nerviosismo se apoderan de ella.
Para apaciguar ese nerviosismo que la inquieta, decide acudir a la peluquería a las once y media de la mañana, pues sabía que el otorgamiento del premio no se sabría hasta las cuatro o cinco de la tarde.
La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, llama a la matute (como la llaman los más allegados) a las 13:45 de la tarde para comunicarle que ha sido la elegida para el gran Premio: “Felicidades. Señora Matute, ha ganado usted el Premio Cervantes 2010”. Matute respondió con alegría: “Mentiría si no dijera que lo estaba esperando”.
(Foto: Premio Cervantes)
Ana María Matute de ochenta y cinco años de edad, llega al Palace, antiguo hotel Ritz, a las 16:30 de la tarde y sin almorzar, ya que los nervios no la han dejado ingerir apenas bocado, sólo expulsar de su interior alegría y felicidad. “Gracias amado pueblo”, expresó cuando desfilaba por un gran pasillo repleto de cámaras de televisión y atiborrado de periodistas recién informados de la noticia.
El día de la Premio Cervantes 2010 era imprevisible y agotador. Hacia las nueve de la noche no paraban de entrevistarla todo tipo de cadenas de televisiones y otros medios de comunicación. Sólo podía expresar: “Soy feliz, soy feliz, soy feliz”. No cabía lugar en su cuerpo alimento alguno, solo sensaciones y golpes de enorme satisfacción. “¿A casa? ¡Ni hablar, quiero ir a cenar por ahí, para celebrarlo!”.
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